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[Cómo saber si tengo estrés o ansiedad] Sus diferencias y cómo distinguirlos

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[Cómo saber si tengo estrés o ansiedad] Sus diferencias y cómo distinguirlos

El pulso se te acelera. Sudas. Notas opresión en el pecho y te cuesta respirar.

Tratas de tranquilizarte pensando: “No pasa nada, será por el estrés”. Pero una parte de tu mente se pregunta si no será algo más.

¿Y si lo que tienes ya no es solo estrés… sino que se ha convertido en ansiedad?

En consulta me encuentro a bastantes pacientes que tienen esta duda.

Y es que a veces, el estrés y la ansiedad se parecen mucho (tienen muchos síntomas en común).

Por eso aquí voy a explicarte cómo saber si tienes estrés o ansiedad.

Porque ponerle nombre a lo que te pasa es el primer paso para trabajar sobre ello, y evitar que se convierta en un problema que te limite en tu vida.

Además, al final del artículo te cuento qué puedes hacer si ese problema se te ha ido de las manos.

Pero mejor vamos por partes…

 

¿Cómo saber si tengo estrés o ansiedad? Empieza por entender cómo funcionan

Tanto el estrés como la ansiedad son una respuesta de nuestro organismo ante una amenaza.

Y aunque a simple vista se parecen bastante, en realidad funcionan de manera muy distinta.

Te lo explico.

 

1. Qué es el estrés

El estrés es una reacción de nuestro organismo ante una situación que nos supera.

Por ejemplo, cuando:

  • Estamos con un proyecto muy complicado en el trabajo.
  • Discutimos con nuestra pareja.
  • Nos pilla un atasco.
  • Se nos cuela una avispa en la habitación y tenemos miedo de que nos pique.

Todo esto genera una respuesta de tensión en nuestro cuerpo.

En este momento se producen tanto reacciones físicas (sudoración, malestar estomacal, pulsaciones aceleradas…) como emocionales y cognitivas (nos surgen pensamientos de preocupación, estamos más irascibles…).

 

2. Qué es la ansiedad

La ansiedad también es una respuesta de miedo ante una posible amenaza.

La diferencia con el estrés es que la ansiedad no se produce por algo “externo”, sino por cómo interpretamos la realidad.

Por ejemplo: si mañana tengo un examen y empiezo a pensar que no he estudiado bastante y que voy a suspender, eso me genera ansiedad (ni siquiera he hecho el examen todavía, pero ya estoy con el miedo a sacar mala nota).

Y esto quizá te sorprenda, pero la ansiedad en sí misma no es mala.

De hecho, puede ser beneficiosa o “adaptativa” (como me da miedo suspender, le doy otro repaso al temario y voy más preparado al examen).

El problema viene cuando esa ansiedad:

  • Es demasiado alta en relación con la amenaza.
  • Se dispara en situaciones que no son realmente peligrosas.
  • Se prolonga durante varios meses.

Ahí es cuando hablamos de un trastorno de ansiedad.

Una persona con trastorno de ansiedad puede sufrir síntomas como:

  • Pensamientos catastrofistas (que acaban alimentando aún más la ansiedad).
  • Sensación de que le cuesta respirar.
  • Hiperventilación.
  • Ataques de pánico.

Algo en común que presentan las personas que sufren crisis de ansiedad es la vivencia de una situación con un estrés personal elevado.

Además, en muchos casos las crisis son solo el “síntoma” de otros problemas no resueltos.

Quizá:

  • Tienes dificultades para manejar tus relaciones con los demás. Te cuesta poner límites.
  • Te involucras demasiado en el trabajo.
  • Estás inmerso en una situación difícil de la que te cuesta salir (una relación que ya no funciona, un trabajo que no te permite conciliar…).

A la larga, el estrés que generan estos conflictos no resueltos pueden dar la cara en forma de crisis de ansiedad.

 

Las 4 diferencias principales entre la ansiedad y el estrés

Ya hemos visto brevemente cómo funcionan estos dos mecanismos de nuestro organismo.

Pero ahora vamos a explorar a fondo sus diferencias para que sepas distinguir si lo que tienes es estrés o ansiedad.

 

1. Por qué se desencadenan

El estrés se produce como respuesta a un estresor externo.

La ansiedad, en cambio, viene de dentro.

Nuestra mente interpreta una situación como amenazante (incluso cuando en realidad no supone ningún peligro para nosotros).

En muchas ocasiones el origen de esa ansiedad son:

  • Nuestros propios pensamientos catastrofistas: sufres ansiedad social y tienes que ir a un cumpleaños donde habrá muchas personas. Piensas que te vas a poner nervioso y te vas a trabar hablando, y esos pensamientos te disparan la ansiedad.
  • El miedo a las sensaciones internas: notas que te sube el pulso, que te cuesta un poco respirar… como has asociado esas con la ansiedad, te pones en alerta (y tu cerebro lo interpreta como que hay una amenaza).

Incluso hay veces que la ansiedad viene “de repente”, sin que haya nada que la provoque.

Esto causa mucha confusión en la persona que la sufre.

 

2. Con qué frecuencia se producen los episodios

El estrés solo se produce cuando nos enfrentamos a ese factor estresante.

Pero la ansiedad puede surgir en cualquier momento, incluso si no hay nada que nos amenace ahora mismo.

Por ejemplo: tienes que coger el coche, pero te da ansiedad conducir.

Durante el día anterior estarás pensando en que mañana vas a meterte en la carretera. Y tu mente imagina todo tipo de escenarios catastróficos (te da un ataque de pánico al volante, tienes un accidente, etc.).

Esos pensamientos te disparan la ansiedad.

 

3. Cuánto tiempo dura cada episodio

Cuando el factor estresante desaparece, el estrés también lo hace.

Si estabas agobiado por un proyecto del trabajo y por fin lo has entregado, te relajas.

Con la ansiedad es diferente, porque como viene de nuestro interior, puede llegar a extenderse durante bastante tiempo.

Sigo con el ejemplo de coger el coche:

  • La ansiedad empieza el día antes debido a los pensamientos catastrofistas.
  • Mientras estás conduciendo sigues teniendo mucha preocupación y no ves el momento de llegar a tu destino.
  • Incluso cuando ya aparcas y sales del coche, el resto del día sigues con una sensación de “mal cuerpo” (tienes tensión, te cuesta respirar, etc.).

Lo “bueno” es que estos síntomas se pueden regular aprendiendo a gestionar tus pensamientos y aplicando técnicas de relajación y entrenamiento en habilidades de afrontamiento.

Luego te cuento más sobre esto.

 

4. Qué sentimos

Las emociones que sentimos (y la intensidad con la que lo hacemos) también varían en el caso del estrés y de la ansiedad.

Cuando tenemos estrés, normalmente estamos irascibles, nerviosos o incluso tristes. Pueden llegar a ser emociones bastante intensas, pero no es tan habitual que perdamos el control.

Con la ansiedad, la emoción que predomina es el miedo.

Si no sabemos cómo manejarlo, ese miedo puede crecer y crecer hasta derivar en un ataque de pánico.

 

Qué puedes hacer si sientes que la ansiedad se te ha ido de las manos

Sé que sufrir ansiedad asusta.

Lo sé porque como psicóloga he ayudado a muchísimos de mis pacientes que la sufrían.

Porque sí: la ansiedad se puede aprender a gestionar.

Pero para eso tienes que permitirte “sentirla”, entender qué te está ocurriendo y aprender a manejarla (no huir de ella).

Ahí es donde un psicólogo especializado puede ayudarte.

Hay muchísima evidencia científica que demuestra que la terapia psicológica es útil para dominar la ansiedad y que no siga interfiriendo en tu vida, porque te permite:

  • Entender qué te está ocurriendo (la educación emocional es básica para aprender a manejar este trastorno).
  • Aprender técnicas de relajación y respiración que te ayuden a controlar la hiperventilación y gestionar las crisis puntuales, para evitar que se acaben convirtiendo en ataques de pánico.
  • Identificar aquellos pensamientos que perpetúan tu ansiedad y trabajar sobre ellos.
  • Exponerte a esas sensaciones y/o situaciones que te generan inseguridad para perderles el miedo.

En definitiva, se trata de estar abierto a la ansiedad y familiarizarte con ella, para así poder hacer lo que verdaderamente te importa.

Para poder VIVIR sin miedo.

Si necesitas a un terapeuta que te guíe en este camino, entra aquí para que te explique cómo puedo ayudarte.